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Un corazón del mundo en Chile: la experiencia del voluntariado internacional en Fundación Cristo Vive

  • Foto del escritor: José Bezanilla C.
    José Bezanilla C.
  • hace 32 minutos
  • 2 Min. de lectura

Cada año, jóvenes de distintos rincones del mundo llegan a Chile para sumarse como voluntarios y voluntarias a Fundación Cristo Vive. La mayoría proviene de Alemania, movidos por el deseo de aportar, aprender y vivir una experiencia que marque sus vidas. En las salas cuna, en los jardines infantiles, en los centros de inclusión o en los programas de salud, su presencia transforma no solo los espacios en los que trabajan, sino también las comunidades que los reciben.

Martha Schauerte
Martha Schauerte

Salir de la burbuja, entrar al mundo real

Martha Schauerte, voluntaria alemana, lo resume así: “En teoría, allá en Alemania tenía todo lo que necesitaba, pero sabía que debía haber otras realidades en otros lugares. Sentía la necesidad de salir de esta zona de confort y conocer otras realidades”.


Durante su voluntariado trabajó en una sala cuna, preparando el espacio, acompañando a niños pequeños, ayudando a las educadoras, jugando y dando consuelo. También participó como interna en el CESFAM, donde observó y aprendió del trabajo en salud primaria. Su mirada es aguda: “Sobre la realidad social en Chile he aprendido que hay muchísima división. Las diferentes ‘clases’ sociales viven separadas, se desconfían y hablan mal entre sí. Muchos también sospechan de los extranjeros”.


A veces, dice, llevaba a un niño en brazos por el patio de la sala cuna y no podía evitar pensar en su historia de vida. "Me pasa mucho que siento la responsabilidad que tienen las técnicos y educadoras. En el CESFAM también, donde los pacientes me cuentan sus problemas directamente". Sin ser terapeuta, se propuso ofrecer tiempo, consuelo y cariño, desde el juego.


Un privilegio surreal

Para Martha, estar en Chile fue “la experiencia educativa más importante de mi vida”. Aun así, lo vivió con humildad: “Yo sé que la gran mayoría de chilenos que viven en mi cercanía tienen otra vida. Para muchos, un año en Chile está lleno con problemas, preocupaciones y pocas perspectivas. Por eso quiero enfatizar que mi vida aquí, tanto mi trabajo como las oportunidades que tengo, es un privilegio que la mayoría de las personas no se podrían permitir”.


Esta experiencia la confrontó con una nueva realidad social, pero también consigo misma: “He aprendido que soy más resiliente de lo que pensaba, y he encontrado mucha confianza”.


El legado de Karoline Mayer: el secreto siempre es el amor

La figura de la Hermana Karoline Mayer es central en su experiencia. Martha recuerda haberle preguntado: “¿No quieres que los voluntarios seamos todos como tú?”. La respuesta de Karoline fue clara: lo importante no es sacrificarse por completo, sino hacer lo que uno hace con amor. Esa frase marcó un antes y un después: "Yo amo mi trabajo. Aunque podría hacer más, siento que estoy contribuyendo al compromiso de la Fundación".


Un llamado a otros jóvenes

“Háganlo. Para ustedes. Van a experimentar un desarrollo personal increíble”, dice Martha a quienes están pensando en sumarse como voluntarios. La Fundación Cristo Vive no solo es un espacio de acogida para comunidades vulnerables en Chile: es también un puente para que jóvenes de todo el mundo descubran el valor del compromiso, la diversidad y la esperanza.

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